
Al hablar de personas con discapacidad existen muchos prejuicios de cómo son, qué piensan y cómo actúan. La mayoría de personas se sorprenden al ver los niveles de funcionalidad que tienen y que pueden incorporarse a la sociedad normalmente. Te invitamos a ver un perfil para conocer quiénes son y cómo son.
Todos somos diferentes


Clase de música en Artesas. Foto por: Sara Toro Ramos
Les dicen mongolitos, retardados, anormales y buenos para nada. Los hacen a un lado, les niegan las oportunidades, los discriminan y los ven inferiores a “los normales”. Los creen no pensantes, un estorbo o hasta una aberración para la sociedad. Lo que no saben es que son personas que ven el mundo de otra manera, que tienen aspiraciones que no están mediadas por el dinero, el egoísmo o la competencia; sino, por el amor y la convicción de vivir y ser feliz.
Sueñan con ser grandes artistas, odontólogos y con lograr grandes cosas, pero sin olvidar que es necesario luchar, porque nada llega, todo se gana. Tienen miedos. Se enamoran. Sienten. Piensan. Pero sobre todo, siempre regalan una sonrisa, un abrazo y un gracias. Simón Mejía y Santiago Mayo son dos jóvenes de 31 y 21 años respectivamente, trabajan como diseñadores en la empresa La Casa de Carlota y reciben clases en la Corporación Casa Taller Artesas.
Cumplen horarios, metas y responsabilidades. Son independientes y ayudan en los oficios de la casa. Simón tiene hipotonismo y Santiago autismo. Son diferentes, sí, pero como ellos mismos lo dicen, todos lo somos. Hay unos altos, otros bajitos, unos flacos y otros gordos. Los hay de todos los colores, tamaños, formas y personalidades.
A pesar de esto, esta ha sido una sociedad acostumbrada a mirar por encima del hombro y a no creer capaces a aquellos que parecen diferentes a los demás. Un mundo acostumbrado a detenerse en las dificultades y no en las fortalezas, acostumbrado a dañar y no a construir. Contrario a esto, Santiago y Diego Álvarez ven la discapacidad como esa capacidad especial que tiene cada persona y que la hace sobresalir frente a los demás.
Es valiente y “muy guapo”, porque cuando tiene que ir al médico no le dan miedo las vacunas ni que le saquen sangre. A pesar de esto, le tiene miedo a los pitbulls y comparte otro con Simón que es el de prender el fogón, porque los atemoriza que se pueda incendiar la casa.
Simón es un joven alto, de pelo negro, con gafas, hablador y simpático. No teme expresarse y hacerle saber a las personas esas cosas que le encantan de su vida. Ama ser diseñador, poderle cumplir a los clientes y luchar por salir adelante. Todo le parece fácil porque confía en sus capacidades y en lo que puede entregar, por eso no le teme al fracaso ni a trabajar, la vida es para aprender.
Le molesta cuando lo tratan como un niño, porque hay muchas personas que cuando se enteran que tiene una discapacidad, comienzan a hablarle despacio, con voz de bebé y tratando de simplificar el lenguaje hasta su más mínima expresión. Pero él ya creció, es un adulto que tiene conversaciones largas, hace la visita, va a fiestas, al trabajo y ayuda en la casa.
A pesar de esto, en estos momentos no le interesa tener una relación porque no quiere perder su libertad y toda la vida ha vivido muy bien así.
Nada lo hace más feliz que compartir con su familia, con los compañeros de Casa de Carlota y los artistas y profesores de Artesas. Se siente pleno con la vida que lleva y con todas las actividades que realiza cada día. Teme morir y prefiere que nadie le toque el tema, porque de Simón, el joven amoroso y lleno de vida, hay para mucho tiempo.
Muchas veces se piensa que las personas con alguna discapacidad solamente son aquellas que chorrean la baba, que necesitan pañal, que tienen los ojos rasgados, que se pegan contra las paredes o que abrazan a todo el mundo. Se sorprenden cuando son personas “funcionales” que pueden encajar perfectamente en cualquier entorno.
Además de esto, no solo existen estas discapacidades, estudiadas y reflejadas en diferentes libros de educación especial, sino que cada persona es la encargada de plantearse, descubrir y aceptar qué discapacidad posee: discapacidad para amar, para servir, para las matemáticas, para el dibujo, para la música, para bailar, etc... No hay una menos mala que otra, lo malo está en lo que se haga con ella. Cada persona decide si quedarse estancada ahí o potenciar sus capacidades.
Una discapacidad que hace que se potencialicen otras características que posee cada sujeto, convirtiendo, así, su discapacidad en una capacidad. Es por esto que para Santiago su discapacidad es la de aprender mucho, así como la de una gimnasta es la de ser bailarina y la de una directora de una Corporación es la de ser voluntaria. Él no ve la discapacidad en las personas, él ve la capacidad extraordinaria que cada uno tiene y por lo que es considerado “diferente” a los demás.
Santiago es un joven alto, flaco, de pelo negro, con la barba en forma de candado, gafas y una sonrisa dibujada siempre en su rostro. Su voz es aguda y tranquila. Le encanta dibujar y en un cuaderno de 100 hojas, sin dejar renglón y con un lápiz fuerte, plasma su vida por medio de dibujos y frases que reflejan los sucesos más importantes de cada día.
Tiene un corazón grande, en donde hay tristeza si lo regañan, y alegría si está con su familia, con su novia Alejandra o nadando con un flotador. Respeta las “voces de silencio” para aquellos que no quieren o no pueden hablar. Sabe decir gracias y pedir perdón, porque con el perdón puede vivir relajado y feliz. Tan feliz, como cuando cumpla su sueño de viajar a México para conocer a Doña Florinda, “la mamá de Kiko que le pega a Don Ramón”.
Santiago en su clase de teoría musical sobre las corcheas. Foto por: Sara Toro Ramos

La mayoría del tiempo comparte con su hermana menor, Manuela, quien también tiene una discapacidad intelectual. Es por esto, que asisten juntos a la mayoría de actividades en semana y los fines de semana aprovecha para descansar y ver su programa favorito en televisión: Serenata en el canal Teleantioquia, porque le fascinan las canciones viejas.
Su personalidad cálida y extrovertida hacen que sea alguien que se hace querer muy fácilmente. Su mejor amigo se llama Emmanuel y tiene muchas amigas.
A Simón le encanta ser entrevistado. Foto por: Sara Toro Ramos
