
La educación es un derecho según la Constitución Política de Colombia, el problema es que este no es reconocido para toda la población, especialmente para aquellas personas rotuladas "con discapacidad". De igual forma, la oferta estudiantil para esta población es casi nula y el acceder a una institución que los rete cognitivamente se convierte en un desafío.
La educación no es solamente para unos pocos

Nacer, entrar a la guardería, hacer primaria, terminar bachillerato, ir a la universidad, hacer una especialización y si le alcanza la vida, realizar un doctorado. Esos son los pasos que, desde mucho antes de nacer, ya están determinados para todas las personas. Exceptuando a aquellos que tienen alguna discapacidad.
Personas como Simón, Santiago o Paulina hacen parte de esta porción de la sociedad muchas veces excluida y que, en contradicción de otros, no tienen claro este “conducto regular” que parece tan obvio y natural, pues para ellos muchas veces ni siquiera el colegio está asegurado.
En Medellín existen algunas instituciones que brindan la opción de escolarizar a personas con alguna discapacidad, que más que colegios se convierten en ciertos espacios de esparcimiento y socialización en donde se encuentran con sus pares. Generalmente, estos colegios están enfocados a tratarlos eternamente como niños, es por esto que solo se enfocan en hacer manualidades, disfrazarlos, hacer jardinería, entre otros; pero no los retan intelectualmente.
Por otro lado, existen colegios inclusivos como Alcaravanes, en donde personas con discapacidad pueden estudiar con aquellos que no poseen ninguna. Ven desde religión hasta materias como matemáticas, biología, ciencias sociales, etc; aunque, les modifican un poco las competencias y parámetros de evaluación dependiendo de las capacidades de cada alumno. El problema es que este programa generalmente llega solamente hasta noveno grado, e independientemente de si llegara hasta 11, ¿qué harían después estos jóvenes graduados del colegio? Ir a la universidad, como es lo normal…diría la gente, pero no, ellos no tienen esta oportunidad.
Pensar en entrar a estudiar para ser odontólogo, como sueña Santiago, o artista escénica como sueña Paulina; es eso: un sueño. No solo las universidades no están capacitadas, sino que, los mismos profesores tampoco lo están. Se convierte en un reto el pensar que en un salón de clases donde hay 29 personas sin discapacidad y tan solo 1 con alguna, el profesor cambiaría la metodología y adaptar los contenidos a parámetros de accesibilidad para todos. Sencillamente, en la mayoría de los casos, eso no pasa.
Medellín está sumergida en un mundo competitivo pero pensado exclusivamente en un estereotipo de humano, en donde lo "normal" es el no ser diferente. Es una sociedad que anula las diferencias y cada vez crea más semejanzas. Se le teme a lo distinto, se tiende a excluirlo, discriminarlo y menospreciarlo. Eso es exactamente lo que pasa con una persona con discapacidad, se cree que es "un bueno para nada" y por eso resulta tan fácil pensar que no tendrá valor en la sociedad y que no es importante su educación después del colegio. Tal vez es por esto que pocas veces se piensa en la creación de alternativas de estudio para estas personas.
Es por esto que María Eugenia Gómez, junto con otro grupo de padres, cuando sus hijos se iban a graduar de Alcaravanes comenzaron a buscar alternativas de estudio para ellos, pero se dieron cuenta que no existía ninguna. Lo poco que había eran fundaciones que se concentraban, principalmente, en entretener a los jóvenes y en la indagación de para qué eran buenos; pero ellos ya tenían claro que el fuerte de sus hijos era el arte.
A pesar de esto, no los querían meter en una fundación a hacer "obritas o manualidades", sino que querían que estudiaran en un lugar donde los formaran profesional y vocacionalmente. En vista de la falta de oferta para suplir sus necesidades, decidieron fundar la Corporación Casa Taller Artesas como una "universidad" para personas con discapacidad, pero fundamentada en las artes.
Desde esto, Artesas es el "Bellas Artes" de personas con discapacidad. Un espacio donde pueden asistir después del colegio y que llena ese vacío de educación que la sociedad se ha encargado de formar. Allí no solo aprenden de pintura, teatro, música y audiovisuales, sino, que diariamente los retan intelectualmente y los preparan para desempeñarse laboralmente. El problema es que para aquellos jóvenes que no quieren estudiar artes, no existe otra oferta.
La educación, según La Constitución Política de Colombia, es un derecho, y como tal, no se le puede negar a nadie independientemente de la condición que tenga. Es responsabilidad del Estado propiciar espacios para hacer cumplir este derecho, y no se puede convertir en un privilegio al que solo algunos tienen la posibilidad de acceder. Lastimosamente esta es la situación por la que tienen que atravesar aquellas personas con discapacidad.
De lo que muchas personas no son conscientes es del potencial tan grande que tienen las personas con alguna discapacidad, que precisamente enfocan todas sus capacidades en potenciar eso para lo que creen que "son buenos" y efectivamente terminan siendo brillantes en eso. El reto está entonces en darles la oportunidad y en brindarles los espacios necesarios para que desarrollen sus capacidades.


El entrenarlos cognitivamente es un elemento fundamental en su desarrollo porque, como dice el dicho popular, órgano que no se usa o educa, se atrofia. Además de esto, sería insensato el no reconocer que efectivamente a una persona con una discapacidad cognitiva, por ejemplo, le cuesta un poco más razonar que a alguien sin ninguna discapacidad. Pero, precisamente por esto es que resulta tan importante la educación para este tipo de población, porque, sin ella, las oportunidades de progreso o mejora son casi nulas.