"Uno siempre puede amar"
- Sara Toro Ramos
- 30 jul 2018
- 4 Min. de lectura
“Nosotras estamos llamadas por Dios no para ser solteras, sino madres. Llenas de amor, de ternura, cargadas de misericordia y sirviendo a los demás”, afirma Xiaona una religiosa china de La Compañía de María que hace 4 años vive en Medellín, pero que en ningún momento se ha sentido extranjera a pesar de que la cultura y el idioma son diferentes.

Mujeres de pie, de izquierda a derecha: Xiaona, Marysol y Lidia.
Lleva 10 años dedicada a la vida consagrada y perteneciendo a La Compañía de María (comunidad de religiosas a nivel mundial), “desde chiquita yo quería ser religiosa y aunque no sabía qué era ser monja, desde que entré a La Compañía la felicidad brota en mí” y se siente realizada al saber que ese sueño que siempre había tenido, consciente o inconscientemente, a diario se hace realidad.
La felicidad de Xiaona se encuentra en el otro, viviendo con el otro, caminando con el otro y entregando su vida al otro; por eso, el servicio social para ella no solo hace parte de su vocación sino, que también, es una manera de cumplir su misión en la vida: amar.
Es el mismo caso de Marysol, una religiosa colombiana que desde hace 17 años pertenece a La Compañía de María, quien concibe el servicio social como “un poder de transformación, mediado por un amor que se desborda y solo encuentra manera de canalizarse ayudándole al otro”, dado que el hombre tiene la necesidad de salir al encuentro con los demás, con el fin de hacerse más y mejor ser humano.
Ellas visitan poblaciones vulnerables para tratar de hacerlas sentir que no están solas, llevarles el evangelio y un poco de esperanza en medio de la desesperanza. Trabajan con niños, jóvenes y adultos. Entre algunas de las labores que realizan, se encuentran trabajos con comunidades en extrema pobreza, procesos de inmersión en contextos sociales complejos, educación en diferentes escuelas, visitas a los enfermos, ancianatos, fundaciones y hospitales; misiones a lugares como Amagá, África, Tumaco y Perú. Pero para ellas el servicio social se lleva a cabo con pequeños gestos “que salven”, con una mirada, una sonrisa, escuchando o ayudándole al otro a encontrar el lugar donde pueda ser más feliz.
Hace 9 meses con el fin de tener nuevas experiencias, Lidia, una religiosa paraguaya, se encuentra viviendo en Medellín. Desde que era pequeña su mamá se la ofreció a Dios para que fuera su servidora y ya lleva 13 años de vida consagrada, vinculada a La Compañía de María. A pesar de estar lejos de su país, ha sido una persona muy desprendida y por eso no le ha dado dificultad vivir en otro lugar, además, todas la religiosas y personas con las que ha compartido la han hecho sentir “como en casa”.
Estudió Licenciatura en Artes Visuales y por esto enfoca su servicio social desde esta disciplina, siendo esta un pretexto para evangelizar y llevar la palabra de Dios desde una forma que pueda ser entendida por todos, “porque más que llevar citas bíblicas, se trata de que las personas tengan una verdadera experiencia de Dios”.
“En Asunción, semanalmente, tenía un encuentro con los niños y nos hacíamos debajo de cualquier techito que nos prestaran o de cualquier árbol”, trabajaba con una población que vivía en un asentamiento en el relleno sanitario de esta ciudad y de esta forma lograba cambiarles el panorama, distraerlos de las problemáticas sociales que vivían y regalarles un poquito de felicidad. Para ella era muy duro el saber que esas personas no se merecían estar allí, pero que las circunstancias no les posibilitaba algo mejor.
Lidia, en Medellín, lleva a cabo el proyecto Arte, Humanismo y Espiritualidad (AHE), el cual consiste en fusionar estas tres características del ser humano y evangelizar a través de ellas. Por medio de este proyecto realiza servicio social y “pongo a disposición mis capacidades y dones para ofrecer mejores oportunidades y recuperar la dignidad de las personas”.
El servicio social debe tener un sentido y estar fundamentado en un por qué y un para qué. Este es un proceso, con una intencionalidad pensada que implica a la persona y genera un impacto en ella, cuando no se hace con amor, simplemente se convierte en una ayuda; “uno muchas veces no puede hacer nada por el otro pero uno siempre puede amar” afirma Marysol.
Más que llamarlo servicio social, Xiaona lo denomina como una opción de vida donde se siente el llamado de entregarle felicidad y la vida a los demás sin una retribución o reconocimiento alguno, “yo no creo que la gente deba devolvernos algo a nosotros. El amor no espera cambio”.
Estas son algunas de las mujeres que constantemente están entregándole la vida a los demás, apostándole a la posibilidad de construir un país más justo y equitativo. Mujeres que se desprenden de la familia y de las cosas mundanas para pensar en los otros. Mujeres que hacen de su vocación un camino para ayudarle a los más necesitados, para hacer del servicio social una opción de vida. Mujeres que ayudan sin esperar nada a cambio, tan solo poder llevar el evangelio y un mensaje de esperanza. Mujeres que aman profundamente y sin límites por que como dice Xiaona “el amor no dialoga y es gratuito como el amor de Dios”.
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