Esclavitud rosa en Estados Unidos
- Sara Toro Ramos
- 4 jul 2018
- 21 Min. de lectura
Tuve la oportunidad de ser Au Pair en Estados Unidos y definitivamente ha sido la experiencia más importante en mi vida por todos los aprendizajes que obtuve, todas las cosas nuevas que viví y lo que me hizo madurar. Ser Au Pair no fue fácil y es un programa que, a pesar de brindarle muchas cosas buenas a las jóvenes, tiene muchas falencias y no resulta ser lo que las empresas venden. Acá está un poco de mi historia enfocada en las falencias que tiene el programa, lo que yo viví y viven miles y miles de jóvenes más.

Por: Sara Toro Ramos
Pasajeros con el vuelo UA1022 con destino a Nueva York, favor entrar a la sala de abordar”. Las lágrimas no paraban y los “te vamos a extrañar” sonaban en el aire. Había llegado la hora de decirle hasta pronto a la chiquita de la casa que por primera vez se iba a separar tanto tiempo de ella.
La decisión de irse un año para Estados Unidos le implicaba dejar a un lado a sus seres queridos, su carrera de Comunicación Social y Periodismo y a Medellín, la ciudad que amaba y de la cual lo máximo que se había alejado había sido quince días. Sara Toro llegaba a estar sola en otro país.
Y ahí estaba ella, sentada en una sala de espera, con los ojos hinchados de llorar, con miles de sentimientos revueltos que le daban ganas de vomitar, nerviosa porque no sabía si había tomado la decisión correcta y llena de miedos, pero también de muchos sueños. Solo allí fue que dimensionó todo lo que realmente implicaba la aventura que iba a emprender siendo Au Pair.
Au Pair, una palabra francés que significa “a la par”, es un programa que se regula en 1969 con el convenio “Acuerdo Europeo sobre la colocación Au Pair” o el “Tratado de Estrasburgo”, estableciéndose así en Europa. A finales de los años 80 llega a Estados Unidos y, aunque al principio fue criticado como un programa con problemas debido a la explotación laboral y su alejamiento de un verdadero intercambio cultural, en 1997 se establece.
Hoy en día Estados Unidos es el país más “reglamentado” y apetecido para realizar este programa. En este, jóvenes de otro país entre los 18 y 26 años van a trabajar como niñeras y al mismo tiempo tienen una inmersión. Es por esto que las Au Pair viven con una familia denominada “Familia de Acogida, o Host Family”, en donde se pretende que la chica entre a ser parte de esta como un miembro más.
Ella le cuida los hijos a los padres al mismo tiempo que tiene la posibilidad de estudiar y viajar, gracias a la visa J1. La Au Pair paga alrededor de 3´800.000 (dependiendo de la empresa) y la Host Family es la que patrocina todo. Aparte de la estadía y comida, les da un salario de 195.75 dólares a la semana y un bono de 500 dólares para que complete 6 créditos y estudie lo que quiera.
Todo sonaba perfecto. Para Sara esta era la mejor manera de hacer un intercambio y poder vivir una experiencia completa, porque con esto “uno puede hacer todo lo que se puede hacer en otro país: estudiar, ser parte de una familia, trabajar y viajar”. Y lo mejor de todo, de una forma muy económica.
Antes de conocer la que sería su nueva familia por un año, llegó a Nueva York el 28 de noviembre del 2016 en donde debía estar cuatro días en la Escuela de Entrenamiento o Training School. Al llegar, el choque cultural fue inevitable, no entendía mucho, era pleno invierno y comiéndose su primer sanduche de Starbucks se intoxicó. No fue el mejor inicio.
En esta Escuela compartía con un poco más de 200 Au Pairs de todas partes del mundo que también iban a empezar su experiencia. Los países que cuentan con más Au Pairs son Alemania y Colombia, pero hay (en su gran mayoría mujeres) de todos los países. Generalmente las latinoamericanas hacen el programa buscando mejorar su inglés, mientras que las europeas y asiáticas lo hacen por la experiencia y por el gran “sueño americano”.
Allí, con clases intensivas, les enseñaron a cuidar niños americanos y les explicaron cómo “supuestamente” una Au Pair no tenía permitido trabajar más de las horas estipuladas y no podía hacer labores que no estuvieran relacionadas con los niños, “aunque era mejor que ayudara por ser un miembro más”. También les hicieron hincapié en que no se compararan con una niñera.
Una Au Pair es confundida con una niñera dado que, en términos generales, realizan las mismas responsabilidades. A pesar de esto, las Au Pairs no tienen los mismos derechos. Según la Asociación Internacional de niñeras (INA) una niñera gana entre 15 y 30 dólares la hora, dependiendo de la experiencia; mientras que las Au Pairs trabajan hasta 45 horas semanalmente y ganan 195,75 dólares, lo que corresponde a 4,35 dólares la hora. El Departamento de Estado, les hace una reducción del 40 por ciento (7,25 dólares la hora) por tener derecho a vivienda y comida. A pesar de esto, la diferencia es grandísima con respecto a una Au Pair, ya que las niñeras live-in (que viven donde trabajan con comida incluida) ganan entre 300 y 1.000 dólares a la semana dependiendo de la cantidad de horas que trabajen.
A las familias les conviene tener este tipo de trabajadoras porque aparte de ser más económico, para ellas es mejor tener a alguien disponible todo el tiempo, a la que le pueden cuadrar los horarios a su antojo, que puede ayudar en las labores de la casa y que además desarrollará un vínculo más afectivo con los niños.
El problema radica en la diferencia en como venden el programa. A las familias se les vende como una forma accesible, confiable y flexible de obtener mano de obra barata para el cuidado de sus niños. Mientras que a las Au Pairs se lo venden como una experiencia cultural, una oportunidad de vivir con una familia americana, ganar dinero, estudiar y aprender otra cultura e idioma.
Ya era el último día que Sara iba a estar en Nueva York. Les hicieron un tour por la ciudad y ella no podía creer que se estaba tomando fotos en Times Square, que estaba conociendo una de las estaciones de tren más importante del mundo, que estaba viendo el Empire State y presenciando la inauguración de la navidad de la capital del mundo mientras encendían el árbol de navidad. Todo parecía un sueño.
Al otro día era hora de volver a la realidad y las ganas de vomitar no se hicieron esperar. Era la hora de dejar el Training School y llegar a una ciudad donde no conocía a nadie. Ella luego de haber cumplido con las horas necesarias en cuidado de niños, presentar una entrevista en inglés y demostrar a través de un video y una aplicación en línea que tenía el perfil indicado, habló con más de 6 familias y al final hizo match con una de la ciudad del Space Needle, Seattle.
Iba a llegar a ser parte de una familia que parecía ideal, compuesta por: la mamá o Host Mom, el papá o Host Dad y dos niños o Host Kids, Deven de 4 años y Kamran de 2 años. Los primeros días fueron los mejores. La familia la recibió muy bien, la incluían en todos los planes y al ser época de navidad (a pesar de que en Estados Unidos se celebra muy diferente) el ambiente era muy familiar. Además era la emoción de que todo era nuevo.
Pasaron los días y los niños empezaron a cogerle confianza y a comportarse como realmente son la mayoría de niños americanos: “demasiado malcriados, groseros, se creen los jefes de la casa, se les debe seguir todos los caprichos, prácticamente no se pueden regañar, no valoran casi nada y aunque tengan dos años hay hasta que preguntarles qué quieren de comer”.
Deven y Kamran solo veían a Sara en todo el día, “ellos se levantaban y se acostaban conmigo. Yo era prácticamente la mamá de la semana y los fines de semana estaban con la verdadera”. Al principio le era muy raro estar arrastrando un coche por toda la ciudad, salir y estar preocupada si sí había llevado pañal de sobra, empacar snacks, tener siempre juguetes en su bolso, calmar los berrinches de dos niños, estar pendiente que no se cayeran y hacer todo lo posible para que no pelearan más de lo normal.
Luego de que pasó navidad y ya era una época “normal”, Sara empezó a sentirse cada vez más sola. Ya no existían salidas “familiares”. Solo hablaba con sus Host Parents por mensajes de texto y cuando llegaban solo cruzaban el saludo. Ellos se sentaban en la sala a ver televisión y a comer lo que habían pedido a domicilio, mientras Sara comía sola en el comedor lo que se había preparado.
El horario le cambiaba cada semana, muchas veces trabajaba más de las 10 horas diarias permitidas y a pesar de que su Host Mom trabajaba en la casa, “solo se la pasaba en su oficina trabajando medio día y el otro medio día comprando cosas por Amazon”. Salía de la oficina solo cuando los niños hacían la siesta para que no la vieran y no tuviera que “perder tiempo con ellos”, pero vigilaba a Sara todo el día.
“Era muy maluco porque ella medio escuchaba llorar al niño y de una me escribía que por qué estaba llorando. Pretendía que yo hablara todo el día porque si no me escuchaba, de una me escribía que yo por qué no le hablaba a los niños. Y además quería que fuera un payaso y que los niños se rieran todo el día. Era insoportable”.
Llegó el momento en que Sara debía empezar a estudiar para cumplir con los requisitos del programa y porque esa había sido su motivación para irse. El problema era que como trabajaba todo el día, el horario no le daba. Tuvo que hablar con la familia pero esta no reaccionó de buena manera. No la querían dejar estudiar. Luego de mucho hablar, los días en los que era la clase la dejaron salir media hora antes “y eso era dizque mucho sacrificio para mi Host Mom. Me decía que le estaba quitando de su tiempo, cuando ella trabajaba en la casa y no le costaba nada prestarle atención a sus hijos media hora antes”. Después de muchos problemas Sara pudo empezar a estudiar pero tenía que reponer esa media hora los otros días.
Si bien es cierto que la familia les da un bono de 500 dólares generalmente los cursos valen mucho más y este no alcanza. Por otra parte, como este no es el fin del programa, el estudio depende de la disponibilidad que dé la familia. Estos son elementos que no se les explican a las Au Pairs porque a ellas se lo venden como la mejor oportunidad de estudio en el extranjero.
La ex Au Pair Juliana Chayutse Quecan, en sus tesis “Experiencias de jóvenes Au Pair colombianas: inserción en las lógicas modernas de explotación del trabajo del cuidado”, para su título de Magister en Estudios de Género; cita a Eleni Liarou en donde menciona que esta es la nueva “esclavitud rosa” donde todo lo hacen ver de este color, pero en el fondo se esconde su verdadero significado: jóvenes de otros países que van a trabajar en el cuidado de niños, ya que esto represente cierto beneficios para ellas es diferente, pero, en últimas, es un trabajo.
Como explica Janie Chuang, experta en tráfico humano y migración laboral, para la revista Jezebel: “no es que las leyes laborales no apliquen para ellas, es que creen que por el nivel de intercambio cultural estas no son trabajadoras y por eso no se les ocurre pensar que las leyes laborales son relevantes para su situación”. A la hora de presentar el programa las agencias utilizan palabras como intercambio cultural, inmersión, aprender, conocer, entre otras, en donde le restan importancia a lo que realmente van a ir hacer.
Por ejemplo la empresa UNO-800 en su página web introduce el programa así: “Ser Au Pair es una responsabilidad muy importante que consiste en cómo una familia deposita su confianza completamente en ti. Podrás vivir la experiencia del intercambio cultural, conocer destinos inigualables, hacer nuevos amigos y dominar otro idioma, pero sobre todo, es comprometerse con una familia que te recibirá con un objetivo: contar con tu apoyo y amor en el cuidado de sus hijos”. En donde se ve claramente cómo se camufla y se le resta importancia a la palabra trabajo cambiándola por “apoyo”.
Chayutse también argumenta que como son jóvenes entre los 18 y 26 años que están estudiando y no han tenido una condición de trabajadoras, esto facilita la subordinación y al mostrarlo como “un paso para la vida adulta” o una “experiencia enriquecedora” hace que el ser mandado por otros, aguantarse berrinches de niños ajenos, limpiar el desorden, hacer de chofer, de empleada, de hermana mayor, de chef y hasta de mamá; se empiece a visualizar como experiencias necesarias para madurar y forjar la personalidad.
Para Sara sus amigas se fueron convirtiendo en su familia y en el apoyo más importante, “a pesar de que mi familia era un asco y mis niños eran muy difíciles, también me derretían de ternura. Y pues yo me fui acoplando sola, vivía en una ciudad hermosa y por lo menos ya estaba estudiando. Yo trataba de no prestarle atención a las cosas malas, solo me enfocaba en lo bueno”.
Su familia no mercaba porque todos los días pedían a domicilio y luego empezaron a hacer una dieta y lo “primero que me dijeron fue usted no puede tocar esta comida”. Estuvo los primeros dos meses a punta de pan y huevos hasta “que me cansé y les dije que era parte del programa que me dieran la alimentación y que yo no podía comer así por un año”.
Desde ese momento le empezaron a dar plata para que fuera a mercar y todo iba aparentemente bien. Hasta que después de 5 meses, la cuenta se le subió un poco y los Host Parents se pusieron muy bravos, le sacaron calculadora y le dijeron cuánto se había gastado en esos meses. De ahora en adelante solo le iban a dar 100 dólares para todo el mes (“dinero que no alcanzaba porque la comida en Seattle es muy costosa”) porque para “eso me pagaban y que yo era una desagradecida que no valoraba lo que hacían por mí”.
“Y uno es tan bobo que se empieza a creer ese cuento, uno siente que está haciendo las cosas mal y que debería ser más agradecido porque por lo menos te están dando comida y un techo. Y las cosas no son así, nosotras no les debemos ni nos están regalando nada. Uno está trabajando. Pero es que este programa tiene una manera que yo ni sé cuál es de quitarte tu valentía, de llenarte de temores, de callar tu voz, de hacerte sentir inferior, que no tienes derechos, que te tienes que aguantar todo y que le tienes que rendir pleitesía a unos ricos de Estados Unidos. Lastimosamente todas las Au Pair abrimos los ojos demasiado tarde”.
Empresas como Global Exchange con mensajes en su página web como: “Tendrás la oportunidad de vivir por un año o más con una familia anfitriona que te ofrecerá vivienda, seguro médico, alimentación y una propina mensual que varía de acuerdo al país elegido”, no ayudan a que las familias cambien de mentalidad. Cómo le van a llamar “propina” a un dinero, que aparte de no ser lo justo, se lo ganan trabajando. La familia no les está haciendo un favor, ellas trabajan 45 horas por ese salario.
Otras empresas como Cultural Care aseguran que la experiencia depende “de qué tan colaboradora es la Au Pair” porque esta debería ayudar en la casa ya que es parte de una familia, comportarse bien para tener mayores beneficios (que le presten el carro, invitaciones, viajes, etc) y evitar estar en desacuerdo con las reglas. Con discursos como este solo remarcan el papel de subordinación.
La palabra “colaborar” o “ser parte de la familia” se presta para que las familias muchas veces las pongan a hacer labores que no son parte del programa y “el problema es que cuando uno hace eso, de a poquito se lo van poniendo como una obligación y se convierte en una colaboración perpetua”.
“Yo no entendía tanta mezquindad por parte de personas para las que el dinero no era un impedimento. Me sentía humillada, mendigándole a personas que solo pensaban en su bienestar propio. Nunca pensé que yo, viniendo de una familia bien, habiendo estudiado en el mejor colegio de Medellín y en una de las mejores universidades del país iba a estar envuelta en esa situación”.
El ambiente se tornó muy tenso y el problema no dio para más. A los pocos días Sara entró en rematch. Tenía un plazo de dos semanas para encontrar familia y si no lo hacía debía regresar a su país. El problema era que “uno no puede buscar la familia, uno simplemente espera que ellas se metan a tu perfil, te escojan y ya luego hacer las entrevistas. Es demasiado injusto y frustrante”.
Fueron semanas muy estresantes. No sabía qué iba a pasar pero no quería devolverse a Colombia, quería terminar su experiencia, tener la oportunidad de vivir “lo que en realidad me habían prometido”, ser un miembro más de una familia y que todo fuera “color rosa”. Además, a pesar de que había avanzado muchísimo en el inglés, quería llegar a dominarlo como le habían asegurado que lo iba a hacer.
Lo cierto es que el nivel de inglés que se aprende está sujeto a muchas variables y al final no es posible asegurar de una manera tan tajante (como lo hacen las empresas) que se va a terminar con un inglés perfecto. Hay muchas familias que le exigen a la Au Pair que le hable a la los niños en su idioma sin permitirles practicar el inglés. El avance dependerá de la comunicación que se tenga con la familia y las edades de los niños también juegan un papel importante pues no es lo mismo hablar con un bebé que con un niño de 13 años. Además, depende de con quién se relacione la Au Pair en su tiempo libre y generalmente se relacionan con personas de su mismo país porque se sienten solas y esta es una forma de sentirse un poco más en casa.
Después de dos semanas de incertidumbre Sara se entrevistó con una familia e hicieron match. Aquí llegaría a vivir con sus Host Parents, una niña, Tara, de 12 años y un niño, Reid, de 8 años. Parecían ser una muy buena familia y lo que más le emocionaba era que iba a cuidar niños mucho más grandes.
El único problema es que esta familia estaba ubicada en la otra costa en un pueblito llamado Annapolis a una hora de Washington DC, lo que implicaba cambiar de ciudad, dejar a sus amigas, la vida que había construido en Seattle y volverse a acostumbrar. Cuando llegó todo parecía muy bueno. Los niños eran muy especiales y los Host Parents también se mostraban demasiado comprensivos, los horarios no eran tan cargados y la matricularon en un curso para que pudiera estudiar.
Las semanas pasaron y otra vez cuando los niños ya le tenían confianza “empezaron a pelar el cobre”. Le gritaban todo el tiempo, le pegaban, le tiraban la puerta en la cara, le hacían la vida imposible, la insultaban y la empujaban. Sara se esforzaba por tener la mejor relación con ellos pero era imposible. “La peor era Tara porque ella manipulaba a Reid y lo incitaba a que me tratara horrible. Esa niña me odiaba y yo ni sabía por qué”. Sara le contaba a su Host Mom pero nunca le creía, decía que era imposible que Tara actuara así porque “con ella era como un ángel”.
Un día Tara le confesó a Sara que extrañaba a la Au Pair que había tenido hace un año y que quería que volviera otra vez. Por eso había hecho echar a la pasada (la que Sara entró a reemplazar) y que ahora la iba a hacer echar a ella. Sara por fin entendió la actitud de la niña y le contó a la Host Mom, pero “como cosa rara, tampoco me creyó”
Paula Andrea Calderón, psicóloga, docente de niños y licenciada en educación especial, asegura que la crianza en Estados Unidos y Latinoamérica es diferente, porque en países como Colombia se da desde un núcleo más familiar y se tiene una referencia de protección; mientras que en Estados Unidos es más común que los hijos sean criados por personas externas y que el núcleo familiar sea como una asociación, pero no tanto desde lo emocional.
Bajo este orden de ideas, “para personas como nosotros es raro pensar que una niña de 19 años de otro país va a llegar a cuidar a nuestros hijos y que el otro año llegará otra y así sucesivamente”, pero los niños de allá crecen de esa forma, es lo que conocen y para ellos es normal.
Cada persona tiene una estructura emocional y personalidad distinta, por lo que los traumas se pueden expresar diferente. Así como a algunos niños estos cambios los impacta positivamente, se vuelven más fuertes y más independientes; a otros, en cambio, los afecta y les altera la personalidad ya sea de forma más agresiva o de una más pasiva en donde se vuelven más introvertidos.
Generalmente estos efectos se muestra en la adolescencia o desde alrededor de los 10 años. Cuando se rompen lazos afectivos muy fuertes se puede destruir esa estructura emocional y empezar a actuar diferente, de igual forma el tener que acostumbrarse a una persona nueva cada año no resulta fácil para todos los niños.
Pasaron los días y la situación cada vez empeoraba más porque los niños salieron a vacaciones, y eso implicaba que Sara tenía que estar tres meses enteros con ellos todo el día, “yo siempre planeaba actividades y les decía que saliéramos a un parque, al zoológico, al cine o donde fuera; pero la niña siempre decía que no quería y como ella mandaba y los papás no le decían nada entonces nos teníamos que quedar en la casa”.
“Fueron tres meses de tortura. Una culicagada de 11 años me ponía a llorar todo el día, todos los días literalmente. Yo no aguantaba más. Yo entendía que eran niños y que no debía prestarles atención, pero yo también soy humana y sentía. Me dolía que me trataran como un trapo viejo o que me dijeran que ni los podía tocar porque como no era de su raza los iba a infectar. Era horrible”.
Sara tuvo que hablar con Trish, la LCC (la encargada de las Au Pairs que pone la empresa en cada área. En el caso de Sara, Cultural Care), pero esta tampoco la apoyó. Le dijo que ella llevaba 10 años trabajando con esa familia y que era muy raro, “como quien dice, tampoco me creyó y solo se puso del lado de la familia”.
Uno de los grandes problemas es la poca regulación que tiene el programa y las empresas, que son el único apoyo de las Au Pair, no hacen nada frente a las denuncias que estas realizan. Además, las compañías solo están requeridas a reportarle al Departamento de Estado los casos de violencia física en contra de las Au Pair.
Entre 2013 y noviembre del 2016 fueron registradas 218 quejas, de las cuales solo 62 hacían parte del 2015. El problema es que estas cifras son incorrectas. La revista Politico Magazine encontró que en un análisis interno por parte del Departamento de Estado, hallaron que en el 2015 no fueron 62 sino 3.505 quejas las recibidas por parte de Au Pairs y Host Families. A pesar de esto, el Gobierno no ha hecho nada al respecto.
Nathan Arnold, Portavoz de la Oficina de Asuntos Educativos y Culturales del Departamento de Estado de EE. UU., aseguró para la misma revista que la mayoría de estas quejas están clasificadas como poco importantes “que no requieren la intervención del Departamento de Estado” porque son resueltas cuando la Au Pair es despedida, enviada a casa o ubicada en otra familia. Por otra parte, las quejas de las familias pueden ser que la Au Pair se negó a trabajar horas extra, mientras que las de las Au Pairs generalmente son por abusos de poder y tan solo en un 4% las familias fueron removidas del programa.
Casos de humillación como el que vivió Sara, y miles de Au Pair más, son vistos como menores sin importancia, pero es que no es solo Sara la que ha pasado por situaciones así, son miles de Au Pairs de todo el mundo que diariamente están viviendo injusticias y se vuelven invisibles.
Ingrid Peñaloza (colombiana): a los pocos días de llegar metieron a la Host Mom a la cárcel y la amenazó “porque le estaba quitando a su familia”, ella habló con la LCC pero esta solo le dijo que tranquila que no exagerara. La trataban muy mal e Ingrid le decía al Host Dad que lo iba a denunciar, pero él la amenazaba diciéndole que si sus hijos se quedaban huérfanos iba a ser culpa de ella. Un día la echó de la casa porque no quiso trabajar en su día libre y la trató de “perra” en adelante.
Jessi L (argentina): no la dejaban bañar en la casa porque “no podían costearle el agua a ella”, así que se tenía que bañar en el gimnasio.
Daft Flores (venezolana): vivía en un pueblito donde todo quedaba lejos y solo tenía tiempo libre cuando la niña estaba en el colegio. Una vez de buena gente limpió en ese tiempo la casa y desde ese momento se convirtió en una obligación y se quedó sin tiempo “libre”, hasta los domingos le dejaban los platos sucios para que ella los lavara el lunes. No le compraban comida y le decían que les agradeciera que ella estaba allá por ellos. La LCC le decía que eso hacía parte del proceso y que simplemente estaba siendo mimada.
Joline (alemana): no aguantó la grosería de sus Host Kids y que la insultaran todo el tiempo, cuando habló con la familia la mandaron para rematch.
Mabel Cáceres (colombiana): trabajaba mucho más de las horas permitidas a pesar de que la Host Mom se la pasaba en la casa haciendo reuniones. No la dejaban salir, les daba rabia si estaba por fuera de la casa y si se divertía. Cuando acabó el programa de “cena especial de despedida” la llevaron a comer un helado de 2 dólares.
Fatima Boukrim (española): la Host Mom se aprovechaba de ella y quería que le hiciera todo en la casa. No la dejaban estudiar y cuando se quejó con Cultural Care el Director del Programa le dijo que la enviaba a casa por la mala actitud frente al programa.
Pamela (colombiana): el Host Dad se la pasaba sentado en el mueble viendo televisión y siempre que ella pasaba la morboseaba. Un día, en la noche, cuando Pamela estaba durmiendo entró a su pieza y se le trató de meter a la cama aunque por lo menos Pamela reaccionó y logró sacarlo de su cuarto. Ella permanecía callada porque le daba vergüenza contar y que además la empresa no le creyera.
Sheila Luna (méxico): la Host Mom se inventó que ella había dejado a una de las niñas en la tina y que a la otra la había puesto en frente de un autobús. La directora del programa la trató muy mal y la iban a devolver a México. Luego de dos semanas se dieron cuenta que la señora estaba mintiendo y solo buscaba una excusa para echarla.
Muchas de ellas ya están en sus países, como hay otras que siguen en Estados Unidos y no quieren decir sus apellidos porque les da miedo denunciar, “es que en serio este programa tiene algo que te hace sentir miedo de hablar o de querer algo mejor para ti”. Y estos son solo algunos ejemplos, pero hay historias así y mucho peores, en donde el Estado no hace nada al respecto.
A las empresas les conviene que esta información no se haga pública porque a la hora de vender el programa lo muestran de una forma muy diferente a como en realidad es y el éxito no está asegurado. Todo depende de la familia que le toque a la Au Pair y esto es una lotería “y la empresa te dice que a las niñas a las que les va mal son muy pocas, pero cuando uno está allá se da cuenta que la gran mayoría de las Au Pairs hacen por lo menos un rematch y las probabilidades no son tan bajas como aseguran”.
Por esto mismo, a la hora de pedirle información a Cultural Care como por ejemplo cuántas niñas hacen rematch, qué han hecho con las familias que las Au Pair denuncian, cómo escogen a las LCC y qué piensan de las amenazas de Trump de acabar el programa; la empresa se escuda en que se debe mandar el cuestionario a las oficinas de Bogotá para que aprueben si pueden responder y qué deben responder. A la hora de mandarlo, la empresa se niega a contestar.
En el 2016, 375,000 personas tenían la visa J1 y el Departamento de Estado solo cuenta con 30 personas que monitorean todos los programas de esta visa. Claramente estos no tienen el tiempo suficiente para evaluar cada caso y por eso el Gobierno le deja la tarea de auto regularse a las mismas empresas (para las cuales el programa es solo un negocio).
Y Sara estaba completamente sola. Su Host Family la odiaba porque no le creían nada. No tenía el apoyo de la empresa. Había pasado de vivir en una ciudad hermosa con mil cosas para hacer, a vivir en medio del bosque, en un pueblo feo, sin nada para hacer y sin amigas.
Ella estaba viviendo un infierno y sabía que no tenía por qué aguantarse esa situación. “Pero es que uno es bobo y siente un temor horrible de hacer rematch y de no encontrar familia. Pero, ¿y qué si uno no encuentra familia? Se devuelve para su casa y listo, uno no se tiene por qué dejar pisotear de esa forma, pero eso uno lo entiende muy tarde. Son unas ganas pendejas de demostrarle a la gente que lo lograste, pero más fuerte es alguien que es capaz de hacerse valorar y yo solo pensaba que me faltaban cuatro meses y que iba a hacer capaz de aguantar”.
A los días Tara le inventó a los papás que Sara la había insultado y la había tratado muy mal. Cuando ella les dio su versión y les explicó que era mentira, no le creyeron y la trataron horrible. El Host Dad “me gritó como nadie me había gritado en mi vida. Yo creo que no me pegó porque teníamos una mesa en la mitad”. La echaron de la casa.
La LCC no la apoyó, estaba a favor de la familia porque era lo que le convenía. Como explica la ex LCC, Colleen Doenges, a las LCC por cada familia que meten al programa les dan más de 1.000 dólares y por eso es que hay tantas familias malas porque meten a “cualquiera que tenga plata”. Además por cada familia que ellas tengan a su cargo también les dan un porcentaje y cada que llega una Au Pair nueva también reciben cierto porcentaje. Mientras que “estando de lado de las Au Pairs, no ganan nada”. Aparte de esto, son las familias las que le pagan 8.000 dólares a la empresa por cada Au Pair.
En el 2015 un grupo de Au Pairs demandaron 15 compañías en una Corte del Distrito Federal en Colorado por las injusticias e ilegalidades en el salario. El caso sigue pendiente. Otra demanda del mismo año se encuentra pendiente en donde la legislación de Massachusetts aseguró que las Au Pairs tienen derecho a un salario mínimo de 11 dólares, estas sí entran a regir bajo la Ley de Normas Laborales Justas y por eso tienen derecho al salario legal.
En el 2017 se creó Au Pair Wage Action por parte de un grupo de Au Pairs donde se denuncian a 6 empresas por las irregularidades del programa, principalmente en términos de salario. Esta acción ha sido firmada por miles de Au Pairs (incluida Sara) en donde, si llegan a ganar, la empresa tendría que responder por lo que dejaron de pagarles. El caso sigue pendiente.
Luego de que echaron a Sara, pudo encontrar otra familia en Reno. Allí cuidó de 4 niños por cuatro meses. “Esa sí fue la familia soñada, eran muy lindos conmigo y aunque los niños eran unas plagas, al mismo tiempo, eran hermosos”. En esa familia sí pudo vivir lo que tanto le habían prometido, aunque lamentablemente solo lo pudo hacer al final y después de haber pasado por situaciones difíciles.
“Yo no odio el programa porque no todo fue malo, también aprendí muchísimo, viví cosas muy buenas, fue una experiencia que nunca olvidaré, conocí muchos lugares, mejoré mi inglés, me hizo más fuerte y me dejó muchos aprendizajes. Solo que las empresas no te dan ninguna garantía, te dejan solo. Así como hay chicas a las que les va muy bien, hay otras, que son la gran mayoría, que les va muy mal. Esto es solo un negocio para ellas y no se debería permitir tanto maltrato hacia las Au Pairs. El problema es que si ni siquiera el Departamento de Estado está mirando, ¿quién va a detener a las familias del abuso en contra de las Au Pairs?”
Que loser!